EL ÁRBOL DE LA VIDA
Tiene mi cuerpo la forma de un gran árbol,
sobre sus ramas los pájaros anidan;
frescas hojas, moviéndose con gracia,
entablan con la vida un íntimo diálogo.
Tendido hacia el azul, al mundo da sus brotes;
indómitos torrentes, plenos de savia, fluyen.
Serpenteantes raíces, ajenas a banales
deidades, ante la luna se inclinan.
Penetra en el silencio de las cosas;
sólo atiende a las voces de los dioses.
Abierto a los secretos de la vida,
la fuerza de su tronco es un misterio.
RENACER
¡Oh, qué lenta llegaste y qué callada,
para librarme del frío
que sin piedad congelaba mis sienes...!
Tras una larga noche, me diste a oler tus flores;
todo se puso, de pronto, en movimiento.
¡Y vi tan claras las lindes del sendero...!
¡Fue posible otra aurora;
maduraron exóticos frutos
de cuyo néctar se alimentó mi espíritu!