Un grieta se ha abierto en la mañana fría;

la humedad del invierno que acaba

acaricia los ojos de los muertos.

Un vómito de cristales y cenizas,

delata la traición de las manos

que anoche no pudieron dormir

en sus lechos de nieve...

 

El aire

se ha cubierto de llanto y agonía

y en el abismo denso,

los sueños y osadías quedan desparramados,

confundidos, entre las vías.

 

¡Ay, curvatura fatal que quiebra el alma!

 

Hoy muestro mis heridas,

que en tatuajes perennes, van gritando sus ecos

desde el precipicio oscuro de las horas.

Mi corazón, como un castaño viejo,

en luto permanente,

envuelve en piel amarga el fruto nuevo.

 

Cuando cierro los ojos, el pulso

acalorado tiñe de añil mi sangre,

y en la vigilia turbia revolotean fugaces

los pájaros azules del recuerdo.

 

Dolores Cinta Macías Gómez